"¿Dónde están los artículos de broma? ¿Por qué no hay pelucas ni caretas?". Las familias que pasaron la fría mañana de ayer en el mercadillo de Navidad de la Plaza Mayor se hacían estas preguntas al acercarse a los puestos.
Al despiste de los paseantes se une la indignación de los tenderos. Julián, que se autodenomina como "uno de los apestados" que se ha ido a Santa Cruz arremete contra el alcalde: "A Gallardón le molestan las bromas, pero para los niños es lo más divertido".
"¿Quién decide qué no es Navidad?"
A los padres tampoco les gusta la nueva ubicación de los puestos, a un metro de una calle con tráfico: "En la Plaza Mayor hay más seguridad, aquí hay coches y no podemos dejar al niño suelto", se queja una madre.
La prohibición de artículos no navideños obliga a llenar la plaza de policías. Incluso requisaron los globos de helio a un vendedor. "¿Quién decide qué no es Navidad?", protestaba. Mientras, un hombre que lleva 30 años con su puesto lamentaba: "El mercado ha perdido alegría. ¡Y pensar que aquí al principio se vendían hasta pavos!".
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